viernes, 16 de noviembre de 2012

Llamamiento del panadero

Aprovecho el foro de una amiga, Isabel Barceló, para poner aquí el llamamiento de un panadero nada menos que a principios del siglo V antes de Cristo, ante la explotación que sufría la población de Roma: 
 

¡Ciudadanos de Roma, carreteros, zapateros, taberneros, pescadores, granjeros, barberos, plebeyos honestos que trabajais todos los días para sostener vuestros hogares y vuestra prole, escuchad!
 
Y prestad atención también vosotras, matronas, que a duras penas conseguís llenar media cesta con coles para dar de comer a vuestros hijos, delgados como los juntos. Y vosotros, ancianos, que disteis lo mejor de vuestra juventud y vuestra fuerza para hacer grande esta ciudad.

Cada día vemos a uno de nuestros vecinos ser sacado de su casa por la fuerza [los subrayados son míos] y vendido como esclavo a causa de sus deudas. Hemos perdido la cuenta de los niños y los viejos muertos de frío, o por falta de alimentos, o por enfermedades que antes se curaban. Andais famélicos por las calles, andrajosos, helados; examinais el suelo por si se ha caído un poco de comida de un carro, o algún desperdicio que os pueda aprovechar mientras los ricos crecen en comodidades y riquezas, aplican las leyes en su beneficio y nos miran con desprecio. Los derechos de la plebe disminuyen día a día y cada vez estamos más lejos de llamarnos ciudadanos y más cerca de convertirnos en esclavos. 

Esto os digo con amargura: ya no necesitamos enemigos que acaben con nosotros, pues nuestros propios dirigentes se encargan de masacrarnos. ¿Habremos de permanecer cruzados de brazos?  ¿Cuanto más deben engarñarnos para que digamos basta? ¿Donde ha quedado nuestra dignidad, dónde nuestro orgullo?

 ¡Ea, ciudadanos!: abandonemos la ciudad, vayámonos al monte Sacro y que Roma perezca si es que ha de perecer, pues no levantaremos un solo dedo para aumentar las riquezas y privilegios de quienes nos maltratan de este modo. ¡Que sepan los poderosos que la plebe romana, orgullosa, los abandona a su suerte!

¿Nos suenan actuales estas palabras? Al parecer no hemos avanzado mucho. 

L. de Guereñu Polán.   

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