¡
Con el mayor respeto a
todos y cada uno de quienes integran el Congreso de los Diputados y otras
instituciones y foros de representación política, parafraseo con el título a
Bill Clinton cuando le espetó a George Bush padre aquella famosa frase de ¡es
la economía estúpido!, y lo hago para intentar provocar, llamar la atención, no
cerrar los ojos ante el drama del paro en nuestro país.
Es muy mal síntoma, y
hasta una auténtica vergüenza, la escasa atención que en el debate sobre el
estado de la nación celebrado recientemente ha merecido la apremiante y
angustiosa situación del desempleo y sus principales consecuencias: el
crecimiento de la pobreza, la desintegración social, y la descomposición del
tejido económico del país. Para colmo, en plena melopea triunfalista, y
buscando quizá titulares tras los que
ocultar la ausencia de medidas serías para hacer frente al desempleo, el
Presidente del Gobierno se permite anunciar muy serio algo que en medio de la
gravedad del asunto, parece un chiste, una broma de mal gusto. Sus medidas de
una “tarifa plana” de 100 euros a la seguridad social para los nuevos contratos
indefinidos que supongan un aumento de plantilla, y la exención de pagar el IRPF
a quienes cobren menos de 12.000 euros al año, medidas estas que ni van a crear
nuevos puestos de trabajo, ni a reducir la precariedad, ni a corregir la
gravedad de la situación fiscal. En todo caso reducirán los ingresos de la
seguridad social, y las pensiones futuras de los trabajadores.
De malos diagnósticos
no pueden surgir soluciones. Tal como llevan anunciando los sindicatos y
expertos solventes, las reformas laborales, los despidos fáciles y baratos, los
recortes, las privatizaciones, las rebajas salariales, la congelación de las
pensiones, el capado de la negociación colectiva, etc., lejos de servir para
crear empleo, han traído consigo recesión económica y más y mas paro. Las
verdaderas beneficiadas han sido tal vez las multinacionales instaladas en
España y dedicadas a la exportación, que han reducido plantillas, salarios y
cotizaciones sociales, ganando así
“competitividad”. Sin negar la importancia de estas empresas, la
economía española es mucho mas, muchísimo mas.
Sabido es que cada año,
y en los diversos sectores, nacen y mueren miles de empresas. En los últimos
años sin embargo son muchas más las que mueren y desaparecen que las que nacen.
Entre el 2008 y el 2013 el saldo supuso la desaparición de 275.000 empresas en España. Según datos del
Ministerio de Industria, Energía y Turismo, las 3.195.210 que quedan en España
se distribuyen así según su tamaño:
-
Microempresas sin asalariados, 1.763.120
(55,2%).
-
Microempresas con 1 a 9 asalariados,
1.286.587 (40,3%)
-
Pequeñas empresas, con 10 a 49
asalariados, 121.601 (3,8%)
-
Medianas empresas, con 50 a 250
asalariados, 20.108 (0,6%)
- Grandes empresas, con mas de 250
asalariados, 3.794 (el 0,1%). Un buen número de estas empresas son
multinacionales instaladas en España.
De lo anterior se
concluye algo también sabido y obvio: que el 95,5% de las empresas españolas
tienen menos de 10 trabajadores, y que solo un 3,8% de las empresas tiene entre
10 y 50 asalariados, y que ambos grupos representan el 99% del tejido
productivo del país, de manera que reactivar este tejido es lo prioritario e
imprescindible para crear empleo.
Por su parte, la
Encuesta de Población Activa correspondiente al 4º trimestre del 2013, ofrece
los siguientes resultados:
- Población mayor de 16 años, 38.121.700.
Un descenso de 211.300 (-0,55%), sobre el mismo período del año anterior.
- Población activa, 22.654.500, lo que
supone un descenso de 267.900 (-1,17%) sobre el mismo período del año anterior.
De entre la población activa, los ocupados son 16.758.200, registrándose
también una caída de 198.900 personas (-1,17%). Los parados por su parte
ascienden a 5.896.300, lo que supone un descenso de 69.000 con respecto al 4º
trimestre de 2012.
-
Población inactiva, 15.467.200, lo que
significa 56.600 inactivos mas (0,37%) que hace un año. En este grupo se
incluyen los 8.300.000 jubilados, así como estudiantes, incapacitados, labores
de hogar, y otras situaciones (rentistas…)
¿Por qué en medio de
tantas cifras negativas aparece un descenso de 69.000 en el número de parados?
Es debido al saldo migratorio. Según la última nota sobre este tema publicada
por el Instituto Nacional de Estadística el 10 de diciembre de 2013, España
registró un saldo migratorio negativo durante el primer semestre de ese año de
-124.915 personas, un 50% mas que en el semestre anterior. Cabe estimar por lo
tanto que en el conjunto del año se haya alcanzado la cifra de las 250.000
personas emigradas.
Por lo que respecta a
Galicia, y según los datos de la misma EPA del 4º trimestre del 2013, cabe
señalar que su población mayor de 16 años se sitúa en 2.329.000 personas, con
un descenso de 31.400 (1,33%) sobre el año anterior. Su población activa, con
1.285.100 personas, también desciende en 38.200 (2,93%). Lo mismo sucede con la
población ocupada, que con 987.300 registra un descenso de 38.600 personas
(3,77%). El paro, con 277.800 desempleados, aumenta en 400 (0,16%) con respecto
a diciembre del 2012.
La tasa de actividad en
Galicia se sitúa en el 54,32%, frente al
59,43% de la media española. Por lo que respecta a la tasa de paro alcanza en
Galicia el 21,96% y en el conjunto de España el 26,03%.
Al preocupante panorama
descrito, cabría añadir que entre la población ocupada aumentan los asalariados
con contratos en precario, a media jornada o por horas, y que la EPA
contabiliza como ocupadas a las personas que hayan trabajado al menos 1 hora en
la semana anterior a la celebración de la encuesta. Que el deterioro de las
relaciones laborales y el aumento del fraude, sobre todo en las pequeñas
empresas que son la mayoría, está alcanzando niveles muy preocupantes:
Contratos a tiempo parcial pero con exigencia de trabajar mas horas que no se
cobran; mensualidades pendientes de cobro; reclamaciones por vía judicial que tardan
hasta más de dos años en resolverse; reclamaciones de pago al Fondo de Garantía
Salarial (ahora privatizado) que llevan años pendientes de pago en muchos casos.
Los salarios se han devaluado de un modo generalizado, en contraste escandaloso
con las retribuciones e ingresos de los dirigentes de las empresas del IBEX y
los bancos que registran aumentos crecientes año tras año en plena crisis. El
Salario Mínimo Interprofesional, se mantiene congelado desde hace varios años.
La negociación colectiva ha desaparecido
en importantes ámbitos del tejido productivo, y las situaciones de abuso
por parte de quienes pueden ofrecer trabajo con respecto a quienes lo
necesitan, han crecido de modo preocupante. Hasta la OIT, en mas de una
ocasión, ha llamado la atención y
alertado sobre el deterioro de las condiciones de trabajo en España.
Son las consecuencias
de una reforma laboral que lejos de haber servido para crear empleo, lo ha
destruido y precarizado, apostando por un modelo de “competitividad” basado en
los bajos salarios y el trabajo sin derechos, del que no cabe esperar nada
importante en términos de empleo, mas que las indudables ventajas que ello les
reporta a las multinacionales instaladas en España, sobre todo a las que
fabrican para exportar.
Con la desfachatez
propia de un ignorante irresponsable, o de un mentiroso compulsivo, el señor
Rajoy, Presidente del Gobierno, se atreve a vaticinar en pleno Congreso de los
Diputados, que la “crisis ha terminado” y que a partir de ahora se trata de
saber “cuanto vamos a crecer” y “cuanto empleo vamos a crear”. Preocupante
actitud, que parece reflejar la opinión de que, atendidas las demandas de los
mercados, con la reducción de salarios, el despido más fácil y barato,
desmantelada la negociación colectiva, quebrada la fuerza de las organizaciones
sindicales, recortados y privatizados los servicios públicos y las ayudas
sociales, abierto el camino para el negocio de las pensiones privadas, llegarán
en cascada (cual abejas al panal de rica miel) las inversiones de capital
privado revitalizando el tejido productivo destruido, generando millones de
empleos, y alumbrando así el ansiado paraíso neoliberal. Un cuento, un engaño
descomunal, que si el pueblo se lo llega a creer y no lo impide, el país
tardará muchas décadas en recuperarse, si es que no se hunde definitivamente en
el atraso y la pobreza.
Se presume del “aumento
de la inversión extranjera”, pero en gran medida no son inversiones nuevas
generadoras de empleos, en realidad se trata de adquisiciones de acciones o
compras directas de nuestras mejores empresas, a precios de saldo, después de
haber sido saneadas con dinero público (despidos incluidos), en sectores como
el financiero, los seguros, el turismo, la construcción o los servicios
públicos privatizados, entre otros.
Los grandes fondos de
inversión, las multinacionales, los bancos españoles o extranjeros, poco empleo
nuevo van a crear. Éstos últimos, ni siquiera están cumpliendo su función de
facilitar crédito a las pequeñas y medianas empresa. El ahorro que en las
circunstancias actuales son capaces de generar particulares y empresas, lejos
de reinvertirse en el tejido productivo, y en la economía real del país, sirve
a la especulación en busca de beneficios allá donde más les convenga a quien lo
controla.
Tienen razón los que
piden un plan de choque. Hacer frente a la dura realidad de los seis millones
de parados, más de la cuarta parte de la población activa, exige medidas
concretas desde el Gobierno, esperar a que lo hagan los mercados por sí mismos,
sin más, es una quimera y una peligrosa irresponsabilidad.
Xesús Mosquera Sueiro /
19 de marzo 2014