domingo, 31 de diciembre de 2017

Aquella Comisión Ejecutiva

 
El centro de Madrid en 1953
Se ha dicho que el año 1953 fue clave para el Partido Socialista Obrero Español, pues su Comisión Ejecutiva cayó en manos de la policía franquista y la organización quedó desarticulada, aunque quedaban los socialistas del exilio, intenando superar las divisiones que les caracterizaran durante la guerra civil y en la primera postguerra. Una de las víctimas de la represión franquista fue Tomá s Centeno Sierra, que ya había sufrido confinamiento en el campo de Albatera (Alicante) en 1940, para luego ser encarcelado en Madrid y condenado a pena de muerte. Años después le fue conmutada dicha pena y trasladado a El Escorial, donde trabajó en la obra de Cuelgamuros, sepultura de tantos republicanos y/o españoles sin más. La pena que sufrió fue tan arbitraria que, después de haber estado condenado a muerte, se le puso en libertad vigilada en 1945, no sin antes pasar por otras vicisitudes penosas.

Se puso en contacto con Antonio Hernández Vizcaíno, que sería Presidente del PSOE a principios de los años cincuenta, teniendo que entregar la documentación del partido a Tomás Centeno antes de huir a Francia, pero este sería detenido un año más tarde, sufrió torturas y decidió suicidarse (al parecer) en los calabozos de la Dirección General de Seguridad. Había nacido en Valderas (León) en 1903 y durante su juventud trabajó en una empresa de tranvías, llevándole esto a la Unión General de Trabajadores.

Eduardo Villegas Vega nació en Madrid en 1899 y vivió hasta 1971. Empleado de banca, colaboró en la preparación y traslado hasta Cartagena del oro del Banco de España que el presidente Negrín decidió entregar a la Unión Soviética a cambio de las armas que la República recibía de dicho estado. Ya en 1939 fue apresado en Porlier (Madrid), luego trasladado a El Dueso (Santander) y consiguió la libertad vigilada en 1944 para, solo un año más tarde, formar parte de la Comisión Ejecutiva del PSOE, pero otro año más tarde volvió a ser detenido y pasó por varias cárceles hasta 1960, donde participó en huelgas de hambre, demostrando una osadía poco común con el régimen penitenciario de aquellos años.

Pablo del Pino, según consta en los Archivos de la UGT, fue miembro de su Comisión Ejecutiva entre 1945 y 1954, así como de la del PSOE en la misma de la que formaban parte los que aquí se citan. Rafael González Gil había nacido en Madrid en 1913, muriendo en Palma de Mallorca en 1986. Joven cuando dio comienzo la guerra civil, se alistó en las milicias luchando en la sierra de Guadarrama y luego en la retaguardia madrileña. En 1938 le vemos en Extremadura durante unos meses y luego en Buitrago (Madrid). Tras la guerra estuvo huido y en 1949 se fue a Ferrol (A Coruña) trabajando en una empresa de construcción, como había hecho con anterioridad. Detenido en Madrid en 1953, sufrió prisión en diversas cárceles hasta comienzos de los años sesenta.

Juan Iglesias Garrigós nació en Bilbao en 1915, pero no he podido saber gran cosa sobre él, figurando muy pocos datos sobre su vida militante en el Archivo de la Fundación Pablo Iglesias. Teodomiro Menéndez Fernández nació en Oviedo en 1879 y murió en Madrid en 1978. En la masonería desde joven, ya estaba en la UGT en 1908. Durante la dictadura de Primo fue presidente de la Sociedad de Obreros Armeros y durante la II República ocupó altos cargos administrativos entre 1932 y 1933, sufriendo ya prisión por su participación en la insurrección de 1934 y condenado a muerte, pero esta le fue conmutada por prisión en El Dueso hasta el triunfo electoral del Frente Popular (febrero de 1936). Tras la guerra estuvo en Francia y en Burdeos fue detenido por la GESTAPO en 1940. Entregado a las autoridades franquistas, de nuevo fue condenado a muerte, pero también le fue conmutada la pena por la de reclusión, librándose de la suerte que sufrieron Zugazagoitia y Cruz Salido entre otros, fusilados. En libertad y en prisión arbitrariamente, le vemos en la Comisión Ejecutiva del PSOE a principios de los años cincuenta.

Antonio Pérez estuvo, sobre todo, vinculado a la UGT, y en ella desarrolló su actividad socilista, además de formar parte de la Comisión Ejecutiva del PSOE desarticulada en 1953 por la policía. Máximo Rodríguez Valverde nació en un pueblo toledano en 1909, falleciendo en 1997 después de haber sido diputado en las Cortes del actual régimen político. Ebanista desde niño, fue miliciano durante la guerra civil, batallando en la provincia de Ávila, llegando a ser comandante del ejército republicano actuando en Somosierra y Guadarrama. Detenido tras la guerra, estuvo preso en Chamartín y luego en Alcalá de Henares (1939). Condenado a muerte, le fue conmutada esta pena por la de reclusión, a la postre durante 20 años, pero salió en libertad en 1944 (las cárceles franquistas estaban saturadas de presos y la política de libertades vigiladas fue relativamente frecuente). Militó en el PSOE con Gómez Egido, Hernández Vizcaíno y Tomás Centeno, comisión ejecutiva la de este último de la que formaba parte Máximo: le recuerdo en el escaño, llevando cuenta de los asistentes a los plenos… ¿pueden los partidos de derechas aportar lucha tan tenaz por la libertad y la igualdad demostrada por estos socialistas, dispersados por la fuerza en 1953?

L. de Guereñu Polán.

jueves, 28 de diciembre de 2017

El otro 1 de octubre



Cuando el 1 de octubre de 2016 se consumó una de las más graves crisis del Partido Socialista en España, vino a mi memoria la misma fecha del año 1937, el país en plena guerra civil, cuando se produjo la más grave crisis y división de la Unión General de Trabajadores. Largo Caballero había caído del Gobierno en mayo pasado y, desde entonces pero incluso antes, se habían desatado varios enfrentamientos en la central sindical, tanto por el control de la misma como por la marcha de la guerra, como –y esto es lo más importante- el control que los comunistas iban teniendo tanto en la UGT como en la dirección de dicha guerra. La central socialista, que ya había integrado a la Confederación General comunista, quedó dividida en dos, una dirigida por González Peña y otra por el mismo Largo Caballero.

Se hicieron gestiones ante la Federación Internacional Socialista, dirigida entonces por Schevenels, el cual no se inclinó por ninguno de los dos grupos, sino que les invitó a encauzar democráticamente la solución para restaurar la unidad. Incluso estuvo en España el internacionalista León Jouhaux, que a juicio de Largo favoreció al grupo de González Peña; el ya Presidente Negrín no se interesó por la escisión sindical y delegó en su ministro de la Gobernación, Julián Zugazagoitia, demasiado ocupado en la guerra para atender a este asunto. Desde entonces comenzó el declive, a todos los niveles, del gran Largo Caballero, que habiendo cometido errores gruesos a lo largo de su vida pública (¿quién no?) ha dejado una estela de esfuerzo casi inigualable en la defensa de los intereses obreros.   

El hecho de que esta división ocurriese en plena guerra, cuando las fuerzas republicanas solo habían conseguido detener la ofensiva sublevada en Madrid, el Jarama, Brunete y Guadalajara, muestra a las claras que los problemas de la República española no estaban solo en el campo de batalla. Largo, presidente del Gobierno entre septiembre de 1936 y mayo de 1937, se había visto obligado a integrar a varios ministros comunistas en su gabinete, pues la ayuda soviética se canalizaba a partir de su partido. Si hacemos caso a las fuentes que nos han dejado Zugazagoitia, Prieto, Largo y otros, y que han sido estudiadas profusamente por los historiadores, uno de los comunistas (ministro con Largo) que más calentó la situación en aquellos momentos fue Jesús Hernández, que estuvo en contacto con los agentes soviéticos para que el PCE se hiciese con la dirección de la guerra.

Largo era, al mismo tiempo que Jefe del Gobierno, ministro de la Guerra, lo que fue caballo de batalla para los comunistas, que querían desposeerle de esto último, pero también del grupo prietista en el PSOE, partidario entonces de la colaboración comunista como luego lo fue Juan Negrín, ya en la presidencia del Gobierno en sustitución de Largo. Este, heredero del socialismo más acrisolado del pasado siglo, que tomó el testigo del mismo Pablo Iglesias, no concebía que los escindidos en 1921, aprovechando una guerra, se hiciesen dueños de la situación e impusiesen lo que entonces se llamó –sin llegarse a consumar- el “Partido Unificado de los Trabajadores” (ya se había producido la unificación de las juventudes socialista y comunista). Curiosamente la unidad de acción con la CNT ya se había producido e iba por buen camino, salvo la indisciplina que siempre caracterizó a esta central durante la guerra.

Las exigencias comunistas de eliminar al POUM, un partido no estalinista y, por lo tanto, heterodoxo para los comunistas de José Díaz, nunca fueron aceptas por Largo, como tampoco que se combatiese a la CNT, verdadero estorbo –y esto sí está comprobado- para que en el frente de batalla hubiese orden y centralización del mando. El problema está (y hoy ya se sabe) en el seguidismo a pies juntillas que el PCE hacía de las directrices de Moscú, que tenía el beneficio de la ayuda militar recibida por la República. Ya estaba el régimen soviético emponzoñado en las grandes purgas, pero estas, hay que reconocerlo, solo eran conocidas por unos pocos y quizá no por los comunistas españoles.

Largo siempre consideró a Prieto el máximo responsable de su caída del Gobierno, aunque hoy sabemos que esto no fue así, pues entonces sus seguidores controlaban la dirección del PSOE, que participó en la caída de Largo. Pero la fuerza que este tenía en la UGT, con ministros en el Gobierno, era un problema para sus adversarios en el campo republicano y dar la batalla en la esfera sindical fue lo que llevó a la caída del gobierno Largo, a la crisis profunda de la UGT y a su división, lo que trajo no pocas consecuencias para el futuro.

Si tenemos en cuenta que el 1 de octubre de este año que acaba ha sido el de la consumación del descerebramiento nacionalista en Cataluña y que en fecha igual de 1936 el general Franco se autoproclamó Jefe del Estado en la capitanía general de Burgos, la fecha ha de ser considerada verdaderamente maléfica. 

L. de Guereñu Polán.                              

viernes, 22 de diciembre de 2017

Lo difícil que es aceptar la democracia


No me refiero a la democracia en un sentido teórico, con la que casi todo el mundo está de acuerdo: ¿quien se presenta en un foro diciendo que está contra la democracia? Me refiero a las piruetas dialécticas, a las mentiras, a las falsedades que se vierten sobre la realidad. Por ejemplo, los dirigentes independentistas catalanes dicen representar a la mayoría del pueblo catalán cuando en las dos últimas elecciones autonómicas los resultados les desmienten. O bien escudarse en un artificio electoral (la ley que prima a unos territorios en detrimento de otros) para hacer valer lo que no vale (el presidente Trump, y no ha sido el único, obtuvo menos apoyos populares que la señora Clinton).

Otro ejemplo está en los responsables públicos (irresponsables) que meten la mano en la caja de los caudales públicos en beneficio propio, o administran a favor de terceros el bien público con el objetivo de ser recompensados por esos terceros más tarde. O bien esos irresponsables públicos entienden que la mayoría de la población aprueba esas prácticas (lo que no se sostiene) o se resisten a respetar la voluntad de la mayoría, lo que es evidente.

Ya en su origen la democracia empezó siendo el gobierno de los hombres libres (solo hombres), estando excluidos los esclavos, las mujeres y los extranjeros, y ahora también tenenos ejemplos en los que se ve lo difícil que es aceptar la democracia en su más pura acepción.

Está pendiente –en España y en otros países- de decidir si el que gobierne ha de ser el más votado o el que concite más apoyos tras la votación, si esta debe ser a una o a dos vueltas, si el sistema más adecuado a cada caso es el mayoritario o el proporcional, si ha de haber mecanismos correctores de este último, etc.

Una prueba irrefutable de la dificultad en aceptar la democracia es la resistencia a modificar las leyes electorales para que estas permitan que el resultado final sea el más fiel de los posibles a la voluntad de los votantes. Sabido es que un sistema proporcional es más justo con la voluntad de los electores que cualquier otro, pero la división en circunscripciones y el número de candidatos que se elijan por cada una, juega un papel determinante (no descubro nada con esto). Siendo así, la circunscripción más justa es la única, como para elegir diputados al Parlamento Europeo (salvada la existencia de estados distintos en la U.E.).

Las provincias vascas eligen 25 diputados/as cada una, siendo así que la de Vizcaya tiene muchos más electores que las otras dos juntas. En Cataluña, los mismos electores en una u otra provincia no eligen al número de diputados proporcional a su población. Lo mismo en Galicia, donde las provincias con menos población están primadas a la hora de elegir a los diputados. Y luego salen parlamentos que no representan realmente (en puridad) a los electores.

Hay ejemplos sobrados de cómo el actual presidente del Gobierno español ha pretendido burlar a la Justicia, ha encubierto el delito (y el anterior rey de España también) y no está solo en este asunto. No digamos si extendemos la exigencia de la democracia al reparto y disfrute de la renta y la riqueza (porque no hacerlo es negar lo más importante). Con esto ya no están dispuestos a comulgar sino una –quizá- pequeña parte de la población. Y sin embargo no habrá democracia plena mientras la riqueza no esté repartida equitativamente (con las correcciones que impongan la burla y la vagancia de no pocos). Pues ya vemos que la acumulación de la riqueza en unos pocos no solo es negar la democracia en su sentido más amplio y puro sino el impedimento para que la voluntad de la mayoría se imponga de una vez. 

L. de Guereñu Polán.

LA POLÍTICA ¿ARTE DE LO POSIBLE O ARTE DE LO SENCILLO?



Interpretar la política no es algo nuevo, como tampoco lo son los recelos que inspira en algunos casos. Desde Aristóteles a Maquiavelo pasando por Gottfried Leibniz, Bismarck y muchos otros en épocas distintas y escenarios diferentes, se les atribuye calificar la política como arte de lo posible… Incluso se llega en algún caso a perfeccionar la frase definiéndola como el arte de hacer posible lo necesario para una comunidad. La vinculación entre posible y necesario, es aporte de racionalidad en pro de acciones concretas más allá de proclamas declarativas o ilusorias. Lo necesario,  es la cruel realidad en que se estrella la atopia, y que exige no diluirse en ella
Cuando renacen los exegetas de los valores eternos y los principios inamovibles, un baño de realismo es tan urgente como una mirada a la historia. Leyendo con interés el pasado, de dónde venimos, es más fácil dibujar el futuro y tener conciencia de que nada es eterno en política. Algo que una simple mirada a nuestra alrededor hace tomar conciencia de ello. Nada es inmutable. Ni relaciones sociales, hábitos, actitudes, fronteras o comportamientos económicos...
Con cierta malevolencia se dice  que aquel que no se atreve a ser inteligente, se hace político. Y también ha calado en el ánimo ciudadano que son demasiados presuntos estadistas vocacionales  que la practica profesionalizada de la política ha degradado convirtiéndoles en “políticos” Gentes que cuanto más oscuros son los designios que albergan más rimbombante se hace la honorabilidad de su lenguaje.
Groucho Marx, con su peculiar ironía define a la política “como el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”. Aunque fuera concebida como ironía encaja tristemente con los modos a que nos ha condenado la praxis política. Tras una larga vida sin democracia algunos políticos y algunas de las políticas realizadas, parecieran encaminadas a intentar demostrarnos que con la democracia no se come. Nada nuevo, pues era de uso común entre los reaccionarios de los años treinta decir “tenéis hambre, comed Republica”. Lo dicen quienes manejan los negocios públicos como un cortijo, su cortijo, cuyo mantenimiento pagan los menos favorecidos, siempre en exclusivo beneficio de los que consideran superflua la democracia. Gentes a las que esta incomoda seriamente, porque representa la necesidad de contar con las opiniones ajenas. Y sobre todo porque pone en valor las energías y criterios de los silentes.
La muestra perfecta es la práctica política en España. Convertida  en un arte complicado, ejercido con soberbia, frustrante por la corrupción que la asfixia y la incapacidad de gestión demostrada en los últimos años. Donde una larga travesía del desierto de no previsible final, muestra con agravio como los que debieran ser alejados del poder por higiene pública, se mantienen imperturbables, porque frente a ellos solo una cohorte de sentimientos fracturados y parcelados más atentos a su minifundio ideológico que al interés común, incoherentes con su prédica, son incapaces de ofrecer otro horizonte. Ignorando con ello, que corren tiempos de cambio de ciclo. y de lenguaje. Aferrados con miopía suicida al suceso de las próximas elecciones ignoran el suceso de las próximas generaciones. Algo que tiene un triste contrapunto. Gentes que saltan de felicidad cuando gana su partido las elecciones, obviando que está plagado de corruptos, quizás sin saber que con ello se hacen cómplices de su destino. Debieran caer en cuenta que quien vota a ladrones, hiciera bien por economía de esfuerzo, entregarles la llave de su casa, mientras votan alegremente a los usureros  para que los saquen de su deuda.
  Rousseau  advierte juicioso, “la democracia perfecta sólo puede existir en una sociedad de ángeles” La política es un acto de equilibrio inestable entre la gente que ansía espacios distintos y aquellos que se los niegan. Y en la que cuando crees has encontrado las respuestas resulta que han cambiado la pregunta. Por ello, cuando se dice que la política es el arte de lo posible, el subconsciente alerta de la tentación de creer que más bien es el  arte de impedir que la gente se meta en lo que sí le importa, en un intento de engañar al pueblo un tiempo y si es posible todo el tiempo.
Sería interesante que la política dejase de ser un laberinto reservado al alcance de presuntos iniciados y fuese llanamente el arte de lo sencillo, de la búsqueda por gente normal de soluciones  para gentes normales que ansían vivir  con sosiego y dignidad. Que la política sea el arte de encarar los problemas con coraje, enfrentando con optimismo las dificultades, y asumiendo los logros con humildad. Un espacio limitado en el tiempo para sus actores. Y donde la corrupción, su menor atisbo, indique la puerta de la calle al corrupto eliminándolo definitivamente del servicio público. Donde los partidos sean herramienta, no prepotencia.
 La política entendida como arte de lo sencillo. Simplemente, del cumplimiento del contrato social entre electores y elegibles, sin subterfugios de letra pequeña….

 ANTONIO CAMPOS ROMAY

domingo, 17 de diciembre de 2017

La importancia de un congreso



 En abril de 1916 “La Unión Obrera”, órgano de expresión de la UGT entonces, daba cuenta de las propuestas presentadas por las diversas organizaciones de trabajadores para que fueran aprobadas en dicho congreso, así como el Comité Nacional (entonces no había Comisión Ejecutiva) exponía una “memoria” de su trabajo desde el anterior congreso, celebrado en 1914. 
 
El de 1916, mientras Europa se desangraba en la Gran Guerra, era el XII y tuvo algunas características que lo hacen especialmente importante. La sociedad de mineros subterráneos de Bilbao hizo una propuesta para que se aprobase como arma legal el sabotaje, de la misma forma que habían hecho los trabajadores de las minas de Riotinto (Huelva). No he tenido ocasión de comprobar si dicha propuesta se aprobó o no, pero la asociación de los mineros de Riotinto estaba, en esos momentos, enfrentada a la dirección de la UGT porque esta no aprobaba ciertas actuaciones de aquella. En todo caso la propuesta pone de manifiesto el grado de hostilidad entre trabajo y capital que se vivía en aquella época. 
 
La sociedad de trabajadores en piedra y mármoles, de Vizcaya, propuso que, en vista de la infinidad (es su expresión) de sociedades obreras no adheridas a la UGT, que se les permitiese participar en el congreso como una forma de atraerlas al interior de la organización, y otra propuesta consistió en que se incluyese a los trabajadores del servicio doméstico en la Ley de Accidentes de Trabajo, de forma que si no se conseguía respuesta positiva por parte del Gobierno, la representación obrera debía retirarse del Instituto de Reformas Sociales. Sabiendo que hoy no tienen derecho al paro obrero los miembros de este colectivo, aquella propuesta fue una verdadera adelantada a su tiempo.
 
Se propuso que se organizase una campaña para conseguir una legislación de accidentes del trabajo parecida a la de Noruega y Finlandia (así se decía), que contemplara incluir a los pescadores. Los de Asturias y Galicia, que se citan en el congreso, ya habían empezado sus reivindicaciones en este sentido. El congreso decidió aprobar una reclamación al Gobierno para que se estableciese una reglamentación del trabajo de los alpargateros en las cárceles, que incluía iguales precios que en la industria libre (la propuesta fue hecha por la sociedad de “constructores” de suelas de Elche). 
 
Como el incumplimiento de la Ley de Protección en el trabajo era una constante (más aún que hoy) se propuso que la UGT debía por todos los medios conseguir defender, ante todo, a las mujeres y a los niños, que los patronos de la época veían más vulnerables que a los hombres. La sociedad de constructores de calzado y dependientes de las zapaterías de Madrid propuso, por su parte, que se incorporasen obreras en las Inspecciones de Trabajo como medio de que dichas inspecciones fuesen más eficaces.
 
Otra propuesta se refirió a la reglamentación del trabajo en la marina mercante y de pesca, haciendo hincapié en la necesidad de exigir higiene en los alimentos y dormitorios de la tripulación. ¿Qué condiciones eran las de los trabajadores de la mar, lejos de la oficina o Casa del Pueblo donde poder exponer sus quejas? Y en relación a estos mismos colectivos se propuso que los juicios que hubieran de tener lugar no fuesen ante tribunales militares, más duros y con una legislación antisocial, sino ante jueces civiles. 
 
Se pidió representación obrera entre los inspectores de las minas, pero que no fuesen “capataces o vigilantes”, sabido que estos solían actuar al dictado de los patronos sin más miramientos…
 
El Comité Nacional leyó la “memoria” de sus actuaciones desde el congreso de 1914 (29 de junio), donde se había aprobado una propuesta contra la guerra de Marruecos, a donde eran enviados como tropa hijos de trabajadores, pero no los de familias pudientes, que tenían la posibilidad de pagar para no hacerlo. Como aquel congreso había aprobado una huelga para conseguir dicho objetivo (no estaban lejos los sucesos de la “semana trágica” de Barcelona), el Comité Nacional explicó que no fue posible convocarla por el comienzo de la guerra de 1914. Ya se sufría, a la altura de 1916, la crisis de subsistencias que penalizaba gravemente a los trabajadores, pues los exportadores desabastecían al mercado nacional para hacer pingües negocios con los países en guerra, y fue una delegación de ugetistas de Ourense la que propuso reavivar la huelga contra dicha situación.
 
El Comité Nacional expuso la petición de la Confederación General de Francia para celebrar un congreso internacional con unos objetivos muy precisos que luego se tuvieron en cuenta en la fundación de la Sociedad de Naciones: supresión de tratados diplomáticos secretos, lo que era costumbre en la preguerra;  respeto a las nacionalidades, en alusión clarísima a las balcánicas y del Imperio austro-húngaro; limitación de armamentos y arbitraje obligatorio en todo conflicto internacional. El congreso de la UGT dio su conformidad a la celebración de esa cumbre internacional que se proponía desde Francia y atendió una petición del Partido Socialista Americano para celebrar una magna reunión obrera, en Europa o América, con el fin de aunar esfuerzos (es de notar que los gastos correrían a cargo de dicho partido). 
 
En otro orden de cosas el congreso ugetista decidió enviar 1.000 pesetas para socorrer a los trabajadores belgas que sufrían deportación por la guerra y se aprobó una propuesta para que los vocales obreros en el Instituto de Reformas Sociales tratasen de involucrar a este y al Gobierno español para ayudas del mismo tipo. Por último se dio cuenta de los preparativos para el muy próximo primero de mayo de aquel año 1916, que tuvo una repercusión en todo el mundo extraordinaria y que fue la antesala de aquella huelga general, al año siguiente en España, primera muestra de un movimiento obrero maduro, capaz de exigir reivindicaciones de todo tipo.
 
Asombra el esfuerzo y solidaridad de aquellas mujeres y hombres, que con escasísimos medios, con transportes que en nada se parecen a los de hoy, salvando distancias, acopiando fondos, vivían los problemas del mundo, que eran los suyos, con verdadera pasión y empeño. 
 
L. de Guereñu Polán.

sábado, 16 de diciembre de 2017

Un número de "El Socialista"



El día 25 de septiembre de 1934 salía “El Socialista” con un gran anuncio en la primera página (de cuatro) donde se decía: “100 ediciones destruidas, 200.000 pesetas en pérdidas. ¡Ayúdanos obrero!”. Era la respuesta al tiempo que el periódico socialista había estado cerrado por orden del gobierno conservador de Lerroux poco antes de que se incorporasen a él algunos ministros de la CEDA.

En la izquierda en general, y en el Partido Socialista en particular, se había empezado ya una radicalización hacia posiciones extremas desde el año 1933, incluso unos meses antes de que ganase las elecciones la derecha. La lentitud en la aplicación de las leyes reformistas, particularmente en el campo social, y las desavenencias entre socialistas y republicanos, fueron el origen de aquella radicalización, por lo que, cuando llegamos al año 1934, las cosas se encuentran ya en una deriva que no parará hasta la guerra civil.

Un discurso del Presidente de la República, Alcalá Zamora, titulado “La moral ajena y el deber nuestro”, que es un ejemplo de lo que debe de hacer un Jefe del Estado en momentos críticos, fue interpretado en las páginas de “El Socialista” negativamente, incluso de forma despectiva, considerando que lo habían aplaudido desde Gordón Ordás hasta Gil Robles. La consideración actual de que el PSOE fue un partido republicano (no fue un partido monárquico, claro) es equivocada: la idea que se tenía de los partidos republicanos, incluso de los de izquierdas, era sectaria, intentando siempre marcar distancias con ellos ya desde la época de Pablo Iglesias. No hay que olvidar que no se había abandonado la idea de una revolución social que llevase a España a un régimen en manos de los trabajadores. Y en este sentido un artículo en el periódico socialista hablaba del “marxismo y el socialismo español”, aunque no muchos dirigentes supiesen gran cosa sobre la compleja obra de Marx. Es más, los que más la conocían eran los que menos alarde hacían de ello.

Estaba en pleno debate el caso de la contrarreforma agraria llevada a cabo por el ministro Cirilo del Río, personaje afecto al Presidente de la República y que retrasó, pero no del todo, las medidas que Largo Caballero había conseguido se aprobasen en Consejo de Ministros. Si el primer bienio republicano no colmó las aspiraciones de los trabajadores organizados, sobre todo en el campo, el bienio conservador ahondó el descontento, lo que explica (no digo que justifica) la radicalización de la que hablamos, que por otra parte no fue seguida por todos los dirigentes del PSOE, uno de cuyos ejemplos fue Besteiro. Esa relativa distancia con respecto a los republicanos se trasluce con claridad en el artículo del número de comentamos aquí “Unas palabras a los republicanos”, teniendo en cuenta que por estos se entendía a los conservadores y demagogos de Lerroux pero también a los izquierdistas de Azaña.

Se hace una salutación a los socialistas que se encontraban en la cárcel como consecuencia de varias acciones reivindicativas (tras la insurrección de octubre de ese año muchos más irían a prisión, incluso Largo Caballero, teniendo que celebrarse las reuniones de Comisión Ejecutiva en las dependencias carcelarias). Luego se da cuenta de la marcha de una huelga en el valle de La Orotava (Tenerife), la de carroceros y las consecuencias de algunos despidos que se habían producido en los ferrocarriles. En La Granja (Segovia) se había producido una huelga que impidió, entre otras cosas, la celebración de una misa, con lo que el fenómeno anticlerical surgía de nuevo en aquella España que no fue sino crisol de grandes problemas no resueltos durante un siglo. También se dio cuenta del término de una huelga en el sector textil.

El clima político y social –sufriendo España las consecuencias de la crisis de 1929 y la vuelta de varios millones de inmigrantes que no hacían nada en países empobrecidos- se había hecho muy difícil, e iría agravándose hasta las elecciones de febrero de 1936, a partir de las cuales se dio, como se sabe, una situación de doble poder, sobre todo a partir de mayo, donde una cosa eran las instituciones republicanas y otra la acción de las organizaciones sindicales, muchas de cuyas medidas fueron luego legalizadas, sobre todo cuando, ya la guerra en marcha, formó gobierno en septiembre de ese año Largo Caballero. Las llamadas “contra el fascismo” eran frecuentes: se entendía por fascista a todo aquel que no estaba claramente alineado en la izquierda, se tenía por fascistas a muchos militares, a la jerarquía eclesiástica, a los dirigentes y juventudes de la CEDA, a algunos republicanos, a los partidos fascistas que habían nacido hacía poco y se declaraban ellos mismos fascistas… al propio Calvo Sotelo, que se tildó de tal.

En el lado contrario se consideraba que todo el que no estuviese con la propiedad, con el “orden”, con el respeto a la Iglesia, con la España tradicional, era un marxista, un bolchevique, a lo que contribuyó el mito –porque no fue otra cosa- de considerar a Largo Caballero como “el Lenin español”. Un conjunto de despropósitos que no auguraban nada bueno, pero en la época se tenía otra visión de las cosas. Hoy vivimos un mundo que casi nada tiene que ver con aquel, salvo que sigue habiendo desigualdad, injusticia y miseria. Pero todo esto se encuentra controlado, y firmemente, por unas cuantas familias en el mundo. 

L. de Guereñu Polán.

jueves, 14 de diciembre de 2017

Los barcos del exilio

Ya antes de acabada la guerra civil española de 1936, pero sobre todo a partir de 1939, varios barcos fueron utilizados por muchos exiliados españoles, fieles al régimen republicano existente y que fue vencido en el último año citado. En varios archivos, pero sobre todo entre los fondos que conserva la Fundación Pablo Iglesias, constan los nombres y circunstancias de los muchos exiliados que tuvieron que utilizar los buques Ipanema, Méxique, Sinaia, Stanbrook y Winnipeg, entre otros, los tres primeros con dirección a México y los dos últimos a Argelia y Chile respectivamente.

Las edades de los exiliados oscilaban ente los 25 y los cincuenta años en la mayoría de los casos, pero también los había más jóvenes y más viejos. La mayoría eran naturales de las zonas españolas que cayeron más tarde bajo en control del ejército sublevado, como es el caso de Madrid, La Mancha, Alicante y Cataluña, pero también de las provincias vascas, de algunas andaluzas y, menos del resto de España. La mayoría eran personas afectas al Partido Socialista y a la Unión General de Trabajadores, pero también encontramos afiliados a Acción Nacional Vasca, al Partido Comunista y otras organizaciones republicanas y de izquierdas. Algunos se encontraban ya en campos de internamiento en Francia, como es el caso del de Gurs y St. Cyprien, en el extremo suroeste de Francia el primero y en el sureste el segundo, no lejos los dos de los Pirineos. Unos fueron acusados por las autoridades franquistas de ser gudaris, otros de formar parte del ejército republicano, de pertenecer a organizaciones democráticas, de izquierdas o, simplemente, no afectas al levantamiento militar.

Uno de los exiliados en el barco Ipanema fue José Abascal Gómez, de 55 años y casado, natural de Santander y afiliado al Partido Socialista y a la UGT. Antes de embarcar estuvo ocupando la barraca 146 del campo de Pigne-Pres de Braham (Aude) y la acusación que pesaba sobre él, técnico de fortificaciones en el norte… Otro es el caso de Benjamín Cáceres de Cáceres, de 38 años, natural de Castuera (Badajoz), afiliado al Partido Socialista y a la UGT e internado en el campo de Bram (barraca 68); maestro nacional de profesión, fue acusado de fundar la agrupación socialista de Castuera, de ser Administrador de la Unión Provincial de Cooperativas Agrícolas y miembro del servicio de investigación militar en el Ebro. Así podríamos seguir hasta unos seiscientos solo en este barco.

Algo más de mil exiliados fueron trasladados en el buque Méxique: Domingo Belmonte Clares tenía 32 años en el momento de su embarque, natural de Murcia y miembro de la CNT, residente en Fortd de Colliure y acusado de ser jefe de la 119º brigada mixta en el ejército republicano. Ángel Martín González tenía 40 años y era natural de Salamanca, siendo miembro del PSOE y de la UGT; estuvo en el campo de St. Cyprien y fue acusado de ser secretario del Partido Socialista en Málaga e interventor de la Diputación en la misma ciudad…

Más de seiscientos llegaron a México a bordo del buque Sinaia: uno es el caso de Carlos Ysern Llombart, de 34 años de edad y casado; natural de Barcelona y miembro de Esquerra Republicana de Cataluña. Vivía en París, número 68 de la calle de la Tour. Las acusaciones que pesaban contra él fueron ser chofer del Presidente de la Generalitat y agente de policía. Juan Vareo Trujillo tenía 23 años y estaba casado, siendo natural de Albacete; miembro de la UGT, estuvo en el campo número 10 de St. Cyprien y fue acusado de ser “miliciano de la cultura”.

Unos 2.600 fueron embarcados en el buque Stanbrook con dirección a Argelia: algunos eran profesores, otros empleados, contables, agricultores, choferes, mecánicos, carpinteros, sin empleo… En este caso no conocemos sus lugares de nacimiento, pero la mayoría eran jóvenes, siendo minoría los mayores de cuarenta años.

Dos mil doscientos uno exiliados fueron embarcados en el Winnipeg, que saliendo de Pauillac (suroeste de Francia) en agosto de 1939, llegó a la isla Guadalupe en el Caribe, pasó el canal de Panamá, llegando a Arica (norte de Chile) y Valparaíso a principios de septiembre del mismo año. Jaime Ferrer Mir ha publicado la lista de los exiliados españoles en Chile.

Aunque fueron las menos, también hubo mujeres, casi siempre acusadas de colaborar con el ejército republicano y de pertenecer a partidos políticos o sindicatos prohibidos por el franquismo. Uno es el caso de Leocadia Vilavella Jubani (exiliada en Chile), otros los de Angelita Abad Soler (exiliada en Argelia), Josefa Barco Hernández (exiliada en México) de 37 años, viuda y nacida en Madrid; afiliada al PSOE y a la UGT, internada en el campo de Harras (Francia) y acusada de ser “enteladora de aviación”. Sirvan solo algunos ejemplos para comprender el drama de estas personas que, en ningún caso, fueron acusadas de delitos comunes, sino de enfrentarse –de una forma u otra- a un levantamiento militar. 

L. de Guereñu Polán.

martes, 12 de diciembre de 2017

Socialismo y educación en España



Hasta finales del siglo XIX los socialistas españoles del PSOE no prestaron casi atención a la educación de las clases trabajadoras en sus publicaciones, quizá porque la organización era pequeña aún, porque las dificultades eran grandes y porque los primeros resultados de la Institución Libre de Enseñanza, nacida en 1876, no había dado aún suficientes frutos. En efecto, comenzado el siglo XX, el socialismo español se acercará a aquella Institución krausista y la colaboración entre ambas partes será fecunda.

“La Revista Socialista” existió entonces y en sus páginas se trataron con frecuencia asuntos relacionados con la educación académica de los trabajadores. También en “La Nueva Era”, “La Lucha de Clases” y “El Socialista”, periódicos que sufrirían los avatares de la lucha política, sobre todo en 1917, durante la dictadura de Primo de Rivera y a partir de octubre de 1934. Nada que decir tras la guerra civil…

El Archivo Histórico Nacional guarda importante documentación sobre la labor de los socialistas en el campo educativo y otro tanto puede decirse de la Fundación Pablo Iglesias. Entre 1928 y 1934 los “Almanaques de El Socialista” también dedicaron una atención incluso especializada a la educación del obrero.

Pero antes hay que contar con Álvaro Ortiz, fallecido en 1907, tipógrafo republicano que ingresaría posteriormente en el PSOE, dirigiendo “La Ilustración del Pueblo” y “La Ilustración Popular”, publicaciones efímeras que salieron a la luz solo durante 1897. El aragonés Joaquín Dicenta publicó una revista, “Germinal” (de resonancias revolucionarias) también en 1897, donde se trataron temas muy variados sobre la educación del obrero y donde colaboró Nicolás Salmerón.

Más tarde García Quejido publicó “La Revista Socialista” entre 1903 y 1906 y, fuera de Madrid, algunas ciudades contaron con publicaciones vinculadas al PSOE como es el caso de Valencia (“Adelante”), Vigo (“Solidaridad”), Oviedo (“La Aurora Social”) y Alicante (“El Mundo Obrero”). La influencia de la Institución Libre de Enseñanza se materializó por medio de J. Besteiro, L Luzuriaga, F. de los Ríos y R. Llopis, sobre todo. Este último, que era profesor y la pedagogía fue su formación preferente, colaboró con muchas publicaciones sobre la educación del obrero, e igualmente el historiador Ramos Oliveira, J. Zugazagoitia (que fue director interino de “El Socialista” desde 1932 y confirmado en el XIII congreso del PSOE en ese puesto) y J. Álvarez del Vayo entre otros.

El trabajo que más tarde realizó la Federación de Trabajadores de la Enseñanza está fuera de toda duda, pero muchos autores se han preocupado –a pesar de la desaparición de mucha documentación del PSOE a causa de la huelga de 1917 y de la guerra civil de 1936- de los esfuerzos del PSOE por la educación del obrero. Las casas de pueblo, que no eran la sede de cada agrupación socialista, sino un centro al que se invitaba a todo aquel que quería acudir, fueron locales donde se leyó, se discutió, se enseñó y se aprendió lo que la escuela oficial no pudo dar a los trabajadores hasta 1936.

Particularmente interesantes son las aportaciones de Víctor Arbeloa, M. Tuñón de Lara, J. C. Mainer, M. Puelles Benítez y J. L. Guereña, pero no son los únicos, como ha puesto de manifiesto F. de Luis Martín. Asuntos como la organización obrera, las escuelas nuevas, la Rusia de la revolución, el teatro, la escuela laica, enseñanzas sobre tipografía y metalurgia, la colaboración de maestros y otros muchos aspectos no pueden ser olvidados, han de ser referentes para un tiempo nuevo, pero con un testimonio verdaderamente ejemplar. 

Cumpliéndose este año el centenario de la muerte de Gumersindo de Azcárate, bueno será recordar no su obra, que ya lo harán otros y es de sobre conocida, sino el vínculo entre sus ideas y las de muchos socialistas que supieron de la ILE.

(Arriba, la Casa del Pueblo en Vigo).

L. de Guereñu Polán.

viernes, 8 de diciembre de 2017

Cuatro gigantes socialistas


Bonares (Huelva) en 1932

De los cuatro gigantes del socialismo que la historia ha reconocido y que aquí se tratan, solo uno no ocupó ministerio alguno durante la II República española (ni en otra ocasión), Julián Besteiro, pues fue conocida su posición contraria a que el Partido Socialista llegase a acuerdos de gobierno o colaboración con organizaciones burguesas (era el lenguaje de la época). Podemos juzgar a toro pasado si estuvo o no acertado, pero mantuvo su coherencia siempre y defendió sus razones serena e intelectualmente, sin concesiones a la demagogia. Incluso cuando surgió a comienzos del verano de 1933 la crisis del gobierno republicano-socialista, uno de los llamados por el Presidente Alcalá Zamora para que se ocupasen de formar gobierno fue Besteiro, negándose este al tener que contar con republicanos no socialistas.

Desde dicha crisis la UGT y el PSOE se reunieron varias veces para discutir si habría de exigirse un gobierno exclusivamente de socialistas (lo que no hubiese sido aceptado ni por Alcalá Zamora ni por el Congreso de los Diputados), si volver a una fórmula de socialistas y republicanos para evitar la convocatoria de elecciones (que tendrían lugar en noviembre y diciembre de 1933) o apoyar a un gobierno de republicanos de izquierda sin formar parte de él. No se gastó poco tiempo en estas cuestiones, mientras la CEDA, recién formada, asustaba al movimiento obrero español y no solo a la UGT con sus demostraciones antirrepublicanas, ultracatólicas y –a la vista de los socialistas- fascistoides (en enero había accedido al gobierno alemán Adolfo Hitler).

Los temores a que la derecha deshiciese la obra legislativa del primer bienio republicano, que no había dado satisfacción plena a la clase trabajadora, la derechización del Partido Radical de Lerroux y la aparición en escena de la citada CEDA (a finales de octubre nació Falange Española), explican muchas cosas. Todo el año 1933, pues, fue de gran agitación en el seno del socialismo español, pues la oposición frontal de la derecha (política, económica y social) a las leyes impulsadas sobre todo por Largo Caballero, provocó la “radicalización”, se ha dicho, de la clase obrera en su conjunto. Recuérdese que se pretendió por el citado ministro de Trabajo una ley de Control Obrero de la industria que, a la postre, no entraría en vigor; pero sí la ley del Seguro contra el paro (bolsas de trabajo); la de Jurados Mixtos en la agricultura; la de Contratos de Trabajo que recogió todo lo hecho por el Instituto de Reformas Sociales anterior; la ley de Colocación obrera que conllevó la formación de un Sistema Estadístico para conocer el paro en España; la de jornada de ocho horas; la del Régimen de Cooperativas y otros Decretos Leyes sociales. No era poco si tenemos en cuenta que también se aprobó la luego rectificada Ley de Términos municipales; la de Accidentes de Trabajo; la de Arrendamientos colectivos; el Seguro Obligatorio de maternidad…

No estaba la patronal de la época para estas reformas, como ha demostrado Mercedes Cabrera. No fue la respuesta a esta patronal cosa exclusiva de Largo Caballero, que con su personalidad influyente en la UGT y el Partido Socialista arrastraran a estos a planteamientos revolucionarios, violentos incluso, que llevarían a la insurrección de octubre de 1934. Se temía por la supervivencia de la propia República, como explicó Indalecio Prieto brillantemente en varias ocasiones, y una prueba de que la “radicalización” no fue exclusiva de Largo es que el propio Prieto estuvo en contacto con militares para que la posible insurrección que se produjese (como se produjo) tuviese éxito. Al fin y al cabo las milicias católicas ya habían desfilado en El Escorial, ¿por que no habría de tener el Partido Socialista las suyas? Eran otros tiempos y otras formas de pensar, y a la insurrección de octubre de 1934 contribuyó desde la primera línea el “centrista”, según han dicho algunos, Indalecio Prieto, que había demostrado una extraordinaria capacidad para dirigir la cartera de Hacienda en el primer bienio republicano.  

El más moderado de todos los dirigentes socialistas aquí tratados fue Fernando de los Ríos, estudiado magistralmente por Virgilio Zapatero. Junto con Besteiro tenía una preparación intelectual muy superior a la de Largo y Prieto, que eran autodidactas, muy particularmente el primero. También de los Ríos estuvo en las discusiones sobre si gobierno con los republicanos (reedición), salida del gobierno por parte de los socialistas o participación en la insurrección de 1934 que luego se vería no estuvo bien preparada. Fue una manifestación antidemocrática propia de la época, cuando las posiciones estaban tan extremadas, y los historiadores se debaten entre si fue una huelga o una “revolución” (Julio Aróstegui incluso señala que ni los organizadores lo supieron).

Aquella insurrección tuvo la mayor virulencia, como se sabe, en Asturias; menos en Cataluña y resultó un rotundo fracaso en Madrid, por citar tres focos importantes del evento. No es correcta la interpretación que se ha hecho por algunos de que fue la entrada de tres ministros de la CEDA en el gobierno de Lerroux (principios de octubre de 1934) lo que desencadenó la insurrección; esta venía preparándose desde hacía meses aunque sin saberse su alcance. Los dirigentes socialistas que la organizaron (Prieto se arrepintió más tarde amargamente) no midieron bien sus fuerzas; tuvieron la convicción de que la República estaba en peligro y había que salvarla, cuando el PSOE, como tal, no había participado en el Pacto de San Sebastián (1930) para traerla; solo se sumó más tarde.

Largo fue el político posibilista (colaboró en órganos consultivos con la dictadura de Primo, como se sabe) que tuvo por principal objetivo salvaguardar la organización de la UGT y el PSOE; Prieto fue el clarividente que formó su facción dentro del socialismo español precisamente a partir del fracaso de la insurrección de 1934; Besteiro siempre representó la facción minoritaria dentro del socialismo, por lo menos desde la muerte de Iglesias. Minoritaria pero nada oscilante, como sí fue la de Largo. Fernando de los Ríos sí fue el socialista moderado que estuvo casi siempre al lado de Largo y de Prieto, la facción mayoritaria hasta que estos dos se distancien irremediablemente. 

Pero asombra, leyendo “El Socialista” de la época, las actas de las reuniones del sindicato y del partido, a los historiadores que más se han ocupado de ellos, la disciplina que mantuvieron aunque dejando traslucir, de vez en cuando, la vena encendida de sus respectivas personalidades. 

(La fotografía ha sido tomada de  https://pizarra-sociales.blogspot.com.es/2017/04/ii-republica-espanola-el-bienio.html)

L. de Guereñu Polán.

Tras el 21-D


Bella imagen de la Cataluña independentista

Si las elecciones del 21 de diciembre en Cataluña dan un resultado favorable a las candidaturas independentistas, el gobierno que se forme –si se ponen de acuerdo todos los de dicha familia, lo que está por ver- tendrá que cumplir la ley, porque de lo contrario se volverá a la situación que, lamentablemente, hemos vivido. Estos independentistas no tienen la mayoría suficiente para una insurrección que les lleve a un estado nuevo. Si la mayoría es para los no independentistas (incluyo aquí, porque creo que debe hacerse, a los seguidores de la alcaldesa de Barcelona y del señor Domènech) creo que no sería imposible la fórmula ya ensayada para España por el señor Sánchez de una coalición entre socialistas, “comunes” y Ciudadanos (se necesitaría el apoyo parlamentario del Partido Popular, que en ocasiones podría ser de Esquerra). Difícil en todo caso porque no se ve que, salvo el señor Iceta, se razone en Cataluña. Este último sería, para los otros dos “socios”, el único asumible como Presitent.

El acuerdo de gobierno tendría que ser de mínimos, renunciando cada parte a maximalismos que solo se pueden imponer cuando se goza de mayoría o el gobierno es homogéneo. A la espera estarán siete millones de catalanes que, en su mayoría, quieren ser gobernados como un país europeo que forman, con racionalidad, cerebro y tacto. El programa de gobierno debiera contemplar lo obvio, el cumplimiento de la ley, además de unos Presupuestos que diesen confianza al capital (¡o tempora, o mores!), que propiciasen el empleo, ahora que la coyuntura internacional es favorable, en políticas sociales que han estado ausentes desde la caída del “tripartito” y poco más. Antes estaría el reparto de carteras, otro problema, porque todos querrán Hacienda, Educación, Cultura…

Todo lo anterior puede ser de una ingenuidad impagable si no tenemos en cuenta que el señor Domènech no es el señor Turrión, campeón este último del estrellato y de la comedia, y que la señora Arrimadas puede haber comprendido que la fuerza del independentismo es importante y no todo se puede traducir en recentralización; la moralización de la vida pública, emponzoñada por los sucesores del señor Mas, es otro imperativo irrenunciable y que podría servir de sutura. En todo caso se necesitaría, por los partidos que aquí se llaman al acuerdo, una altura de miras que está por ver la tengan. Ese hipotético gobierno tendría que ponerse a hacer políticas pegadas al terreno, que se notasen a corto y medio plazo, y posiblemente no llegase a agotar una legislatura completa. Pero desde el Gobierno se pueden allegar apoyos en forma de votos para futuras elecciones, y el Estado debiera dar cobertura –sin privilegios, pero escuchando demandas justas- a dicho Gobierno.

Ha comenzado la campaña electoral y veo que solo los partidos no independentistas, salvo el PP, están intentando romper la dialéctica actual cambiándola por propuestas sociales que son las que pueden mejorar las condiciones materiales de la gente, aunque con diferencias según se trate de unos (la izquierda nacional) y otros. Por ahí deben ir los tiros. Lo malo es que España se encuentra gobernada por unos indeseables que gobiernan porque todos los demás lo han permitido: no olvidemos que los de Ciudadanos cambiaron su voto después de haberlo dado al PSOE, los otros no votaron al candidato Sánchez y los seguidores de este permitieron con una abstención que el jefe de los forajidos siga gobernando. Y lo paradójico (y la política nos lleva a estos casos) es que el PSOE haya tenido que apoyar la legalidad (art. 155 de la Constitución) en ayuntamiento, matizadamente, con el forajido mayor. Con tales mimbres es difícil moralizar la vida pública del país y Cataluña podría ser la primera en iniciar esa política tan necesaria para todo lo demás.

No veo otra solución razonable para los intereses comunes que la expuesta, pues la señora Arrimadas no puede pretender el apoyo del señor Iceta si aquella hace piña con el PP. El señor Domènech podría plantearse ver los toros desde la barrera apoyando al PSC en unas cosas y a Esquerra en otras, pero ¿en que gobierno supuesto? Porque esto es lo primero que hay que dilucidar.

Si se rompiese el bloque independentista en sus objetivos (ya lo está en los métodos) aún cabría un apoyo a Esquerra por parte de los socialistas si aquella cumple la ley y se deja de milongas… por ahora. Difícil: no veo a los dirigentes catalanes, con alguna excepción, dispuestos a hacer país, más allá de las diferencias de clase existentes, y esto es un factor que también distorsiona, porque Cataluña está formada una amplísima clase media que tiene sus necesidades bien cubiertas, por lo tanto con tiempo para perderlo en tonterías imposibles… por ahora. Pero hay un millón de catalanes que viven muy mal, por lo menos, y la solidaridad con ellos debiera primar sobre cualquier otra consideración.

Los malos resultados del PP en Cataluña debieran animar a exigir elecciones en España, pero para esto hace falta saber primero si se aprueban o no los Presupuestos, una vez se ha visto que de reformar la Constitución y otros compromisos imperiosos, por parte del forajido mayor, nada.

L. de Guereñu Polán.